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Con técnicas ancestrales proyecto Ceres-FIA recupera laderas degradadas para la agricultura

Tras aplicar durante casi dos años la técnica con enfoque geomorfológico (TEG), la condición del suelo y la “cosecha de agua” de laderas agrícolas de Olmué, Casablanca y La Ligua en la región de Valparaíso, mejoraron sustantivamente gracias a esta metodología con fundamento ancestral.

Desde 2019, el proceso de degradación de los suelos en Chile se ha agudizado de una manera sin precedentes, a lo que se suma la disminución de las precipitaciones, las que se han caracterizado por desarrollarse bajo un régimen de menor frecuencia, pero con alta intensidad. Esto favorece la erosión de los suelos y su lento, pero progresivo proceso de desertificación.

En este contexto, el proyecto Solución innovadora para la recuperación de cultivos agrícolas de secano en las laderas de la Región de Valparaíso, desarrollado por el Centro Ceres y financiado y acompañado técnicamente por la agencia FIA (Fundación para la Innovación Agraria), buscó validar la eficiencia de la Técnica con Enfoque Geormorfológico (TEG) como tecnología para la cosecha, almacenamiento y uso eficiente del agua. Esto, a través de la implementación de 5 ensayos ubicados en la Cordillera de la Costa y afectados por la sequía. Una propuesta que sumó el establecimiento de la tuna, planta tolerante a la escasez hídrica, fácilmente adaptable a zonas áridas o deforestadas, y con baja incidencia de plagas y enfermedades.

Tras dos años desde su puesta en marcha, la iniciativa demostró que el uso de terrazas, respetando las curvas de nivel de las laderas, la construcción de zanjas de infiltración y la aplicación de materia orgánica, contribuiría con excelentes resultados para el establecimiento de cultivos en zonas degradadas o erosionadas y afectadas por las bajas precipitaciones.

Esta técnica no es ajena para los habitantes de las comunas de La Ligua, Olmué y Casablanca, donde además la agricultura apenas sobrevive por la falta de agua para riego. Un escenario que Centro Ceres estudia desde hace algunos años, y para el que ha buscado soluciones tecnológicas que permitan la restauración de los suelos mediante manejos basados en la naturaleza.

LA TECNOLOGÍA AL SERVICIO DE LA RECUPERACIÓN DE SUELOS DEGRADADOS

Para Héctor Moya Rojas, coordinador del proyecto, el éxito de la iniciativa radica en la textura del suelo. “Como es de esperar, los suelos con textura arenosa tuvieron una menor capacidad de retención de humedad, pero mayor infiltración”, explica el profesional. Y es que, tras haber comparado los 5 ensayos, La Ligua, una de las áreas intervenidas, cuyo perfil del suelo se caracteriza por ser franco arenoso, presentó una mayor cosecha de agua en profundidad, a pesar de las pocas precipitaciones. “Esto nos permitió validar esta metodología como método de adaptación al cambio climático, siendo una alternativa efectiva y accesible para realizar agricultura en zonas de secano”, agregó.

Maurice Streit, ejecutivo de innovación de FIA, agregó que “El proyecto mostró que la Técnica con Enfoque Geomorfológico (TEG) es una opción para recuperar suelos degradados y enfrentar la escasez hídrica. Se logró mejorar la infiltración de agua en el suelo y establecer cultivos resilientes como la tuna. La iniciativa fortaleció las capacidades locales, a la vez que promovió una agricultura más sostenible y adaptada al cambio climático, en la Región de Valparaíso.

CAMPESINO A CAMPESINO

Entre otros objetivos del proyecto se consideró la transferencia de conocimientos de la solución tecnológica hacia las comunidades agrícolas y agricultores participantes. Para ello, se propuso una metodología campesino a campesino (CaC), centrada en espacios de aprendizaje participativo, donde las y los asistentes pudieran compartir sus experiencias y saberes.

En total, fueron más de 100 personas las beneficiarias, entre ellas, integrantes de las comunidades agrícolas de Las Alpacas de Roco, de Varas (ambas de La Ligua); de La Vega en Olmué; y agricultores de Casablanca. Una experiencia que los reunió en 5 jornadas de aprendizaje, donde pudieron aprender la implementación de la TEG, escoger el cultivo adaptado a condiciones de sequía, y participar del proceso de construcción y seguimiento de las terrazas.

“Durante la ejecución del proyecto, se realizaron 25 talleres en total que permitieran a las y los participantes reconocer los beneficios de la TEG en sus predios”, precisa Moya. En sus palabras, el profesional destaca la importancia de vincular a la comunidad en la ejecución de estas iniciativas, indicando que “compartir el conocimiento de forma horizontal lo vuelve más propicio para su adopción”.

Luis Astorga, agricultor de La Vega (Olmué), concuerda con la metodología y agrega: “Yo tengo zanjas de infiltración para retener el agua y sirven, no sólo para acumularla, también para evitar que los suelos se erosionen. En mi terreno, construimos una zanja que tiene 120 metros de largo y para realizarla seguimos el curso natural del agua sobre la curva de nivel”.

Por otro lado, Ericka Vergara, integrante de la Comunidad Agrícola de Varas (La Ligua), manifiesta que “Me gustó trabajar en grupo, porque yo pienso que dejar el recuerdo que fueron mujeres las que cultivaron este fruto en Varas es nuestro legado”. Una opinión que también comparte la agricultora de Lagunillas en Casablanca, Edelia López, al decir que “me he llevado varias sorpresas con la tuna, no sabíaque se podían hacer tantas cosas con ella, desde mermeladas hasta harinas”.

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