Según el estudio “The Plastic Waste Makers Index”, elaborado por la asociación australiana Minderoo Foundation, Chile, es el país que más basura plástica desecha en Latinoamérica, con un promedio de 51 kilos de estos elementos de un solo uso por persona. En este contexto, la Universidad Católica del Maule, con el apoyo de la Fundación para la Innovación Agraria (FIA), trabaja en el desarrollo de un bioplástico a partir de desechos agroindustriales.
El desafío para la industria de los embalajes es lograr entregar envases que permitan cumplir las exigencias de los consumidores, donde la innovación es clave debido a que las frutas para ser exportadas necesitan un proceso de packaging (empaque) compatible con las normativas requeridas. Por este motivo, incorporar bioplásticos al proceso es una buena alternativa para reducir el uso del plástico convencional, más aún, si cuenta con propiedades que eviten el crecimiento de microorganismos durante el transporte. Por otro lado, muchos de estos emprendimientos no sintetizan el polímero dependiendo de la compra a proveedores extranjeros, por lo que este producto es una opción autosustentable a nivel nacional.
En esta línea, el coordinador del proyecto, Cristian Valdés, destacó que “nuestro trabajo surge de la necesidad de producir packaging biodegradable para el transporte de frutas de exportación, debido a que las alternativas convencionales han presentado problemas por esta carencia, generando rechazo en países europeos que reciben productos frutícolas de Chile. Inicialmente tomamos el desecho agroindustrial de pulpas y cáscaras de manzana y mediante un proceso químico las transformamos en azúcares, los cuales sirven para alimentar lactobacillus especializados en producir ácido láctico. Posteriormente, pasamos a un proceso de extracción de esta sustancia, la cual mediante el proceso de polimerización es transformada en un bioplástico. Esto, es complementado con un agente antimicrobiano en base a cobre para evitar la pudrición por hongos y bacterias de las exportaciones de largo alcance”.
Por su parte, la directora ejecutiva de FIA, Francine Brossard, señaló que “este tipo de envase biodegradable es muy importante para los productores, ya que les otorga confianza al reducir el efecto perjudicial de los fitopatógenos, manteniendo la calidad de los productos exportados. Además, desde FIA estamos comprometidos con reducir el impacto de la agroindustria en la huella de carbono, por eso apoyamos proyectos que fomenten la economía circular, agreguen valor y distingan tanto el trabajo de nuestros agricultores como el de los investigadores al contar con un sello local”.
La gestión de los residuos plásticos se ha tornado de vital importancia a nivel nacional por lo que “nuestro producto final son bolsas biodegradables, las que se presentan como una alternativa para los productores ante la Ley de Responsabilidad Extendida del Productor (Ley REP). Además, entre los factores que otorgan valor a nuestro plástico es que se genera en el país, cuenta con propiedades antimicrobianas y es parte de la economía circular de la agroindustria de la región”, cerró el coordinador del proyecto, Cristian Valdés.
Para finalizar, debemos mencionar que el proyecto se encuentra en su segundo año de ejecución, por lo que los investigadores se centran en la caracterización del bioplástico obtenido, y se espera que finalice durante el 2023.