Santiago, 26 de mayo de 2021.- Hace cinco años ingresó a Chile Bagrada hilaris, una plaga conocida popularmente como la chinche pintada y que genera gran daño en especies cultivadas de la familia de las brassicas, tales como: repollo, coliflor, brócoli, rúcula, entre otros. Por ello, un grupo de expertos de INIA con el el apoyo de la Fundación para la Innovación Agraria (FIA), desarrollan un proyecto que busca mitigar el insecto para una horticultura sostenible y competitiva.
En ese momento al ser una plaga nueva, en Chile no existía experiencia ni conocimientos que permitieran un buen control y, por ende, la reducción de las poblaciones del insecto, por lo tanto, era urgente generar un proyecto que permitiera adquirir los conocimientos de comportamiento, desarrollo, fenología, control natural y biológico, y evaluar prácticas que permitan apoyar a los pequeños y medianos agricultores.
Innovación
Para lograrlo, lo primero que hicieron los profesionales de INIA fue estudiar el desarrollo y comportamiento del insecto en los distintos estados del ciclo biológico estacional, para determinar los mejores momentos y productos que ayudaran a bajar la presión de la plaga. Posteriormente, determinaron formas de control orientadas al Manejo Integrado de Plagas (MIP) y, con los resultados de cada etapa, comenzaron a buscar soluciones masivas e intentar recuperar zonas afectadas en la zona central del país, indicó el director de INIA La Platina, Emilio Ruz.
Actualmente, un grupo multidisciplinario de investigadores de INIA, con apoyo de la Fundación para la Innovación Agraria (FIA) está ejecutando el proyecto titulado “Sistema de manejo integrado de plaga para mitigar poblaciones de chinche pintada, para una horticultura sostenible y competitiva”. Sobre esta iniciativa, el Director Ejecutivo de la Fundación, Álvaro Eyzaguirre, comentó que “el contar con un programa de estrategias de mitigación sustentables y económicamente viables para el control de esta plaga, nos permite además de reducir las pérdidas productivas presentes en la actualidad, reducciones significativas en las aplicaciones de plaguicidas que en zonas agrícolas periurbanas pueden tener gran relevancia social”.
En tanto, la coordinadora del proyecto y especialista en entomología de INIA La Platina, Nancy Vitta, dijo que luego de 36 meses de evaluaciones podrán entregar a los agricultores un protocolo, para que puedan hacer control y mitigar lo más posible la plaga que afecta a sus cultivos. “Sin duda, una herramienta amigable con el medio ambiente y sostenible en el tiempo que les permitirán conocer de mejor manera a este insecto y tomar las medidas necesarias, para mantener los equilibrios con el medio ambiente y poder tener alimentos inocuos en el presente y hacia adelante”.
El equipo de investigadores que participa en el proyecto está compuesto por el biotecnólogo, Eduardo Tapia, los entomólogos Ernesto Cisternas y Natalia Olivares, y el especialista en Agroecología Aart Osman, quienes en una unidad demostrativa ubicada en la comuna de Buin y predios orgánicos en las comunas de Panquehue y Catemu probaron herramientas químicas y biológicas, para impedir que el insecto, con su estilete (aparato bucal), produzca la muerte de plántulas y plantínes o genere daño en las hojas, marchitándola e impidiendo la formación de estructuras comercializables. Como por ejemplo, el daño en aquellas hortalizas que forman cabeza, que como efecto de alimentación del ápice, resulta una planta acéfala o con brotes adventicios múltiples.
Diferentes prácticas y métodos de manejo
En cuanto a las prácticas y métodos de manejo, se utilizan los hongos entomopatógenos, una herramienta para el control de esta plaga, porque al ser nativos presentan una plasticidad que se adata mucho mejor al clima de Chile, por ende, a las plagas que van ingresando y se logran establecer. Estos hongos son específicos para insectos, no atacan humanos e incluso tienen la capacidad de endofitar a las plantas, es decir, vivir con las plantas, coexistir con ellas e incluso beneficiarse mutuamente de esta interacción.
“Tomamos estos hongos y los llevamos al laboratorio, los hacemos crecer, encontramos las condiciones idóneas para su crecimiento, los escalamos comercialmente, después los formulamos en polvos mojables o emulsiones inversas. En el caso de este ensayo ocupamos sólo polvos mojables y, posteriormente, el equipo de terreno hace las aplicaciones y genera control bajo un programa de manejo integrado. En los tratamientos que hemos aplicado los hongos entomopatógenos vimos que han disminuido la población de chinche pintada en el cultivo”, detalló Eduardo Tapia.
Otra técnica es el control natural. La Bagrada hilaris es un insecto nuevo en Chile y es normal que desde su establecimiento se asocie una entomofauna benéfica que puede producir nuevos equilibrios de la plaga y su entorno. Hoy en día contamos con una serie diversa de depredadores y parasitoides que están actuando sobre los distintos estados y estadios de Bagrada.
A nivel de campo hay una etapa inicial bastante ardua, la cual consiste en buscar estos insectos benéficos y luego llevarlos al laboratorio. Las primeras pruebas son de consumo, si se alimentan o no de B. hilaris y de qué estado se alimentan estos depredadores o parasitoides.
“El control biológico nos permite, sin tener un control total de la plaga, tener una menor tasa de aplicaciones o menor cantidad de residuos en los productos que consumimos. Eso nos hace una agricultura sustentable, una agricultura de futuro. Es lo que podríamos llamar una agricultura 2050”, aclaró el Dr. Ernesto Cisternas.
Finalmente, el equipo también aplica el sistema de cultivos trampas, aquella que consiste en sembrar un cultivo de especies que es más atractivos para la Bagrada hilaris, con el objetivo de concentrar la plaga en el cultivo trampa y no vaya al cultivo principal. En el laboratorio se han probado muchas especies de Brassicas y se seleccionaron las más atractivas. Se propone sembrar el cultivo trampa en primavera, cuando la presión de la Bagrada todavía está muy baja y ahí se puede establecer fácilmente.
“Los productores orgánicos podrían controlar la plaga con control mecánico, como una aspiradora, y los productores convencionales podrían también aplicar pesticidas, pero en menor cantidad. De esa manera se dejan los cultivos sin residuos químicos y además beneficia el medio ambiente, porque no se daña la flora y fauna que está en el campo”, especificó el Dr. Aart Osman.